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lunes, 20 de junio de 2016

II SEmana de la musa - día tres - Retraso con excusas

TAN SOLO EXCUSAS

No sé cómo serán otros escritores, en todas sus entrevistas, blogs y continuo parloteo, son entes bohemios, seguros y forman parte de otro plano astral. Todos aconsejan un lugar para escribir, meses de reclusión, disciplinados…
Yo estoy muy lejos de todo lo que la leyenda que rodea a los escritores se refiere. En lo referente a trabajar, aclaro, en lo referente a lo interesante que es nuestra vida y a que somos excelentes amantes y pésimas parejas… esto aseguro que es cierto. A lo que iba, trabajar en escritos esporádicos, sin una meta fijada, es una tortura. Tu mente hiperactiva no para de imaginar, se distrae con cualquier mosca o nube, pasas horas y horas mirando una página en blanco para continuar una frase y en un chispazo, ¡chas! Estás viéndote siete capítulos seguidos de Juego de Tronos para alimentar tu insaciable sed de fantasía.
De lo que conozco este mundo, sin ser nadie importante, lo único que nos obliga un poco a escribir, es leer. No recuerdo que famoso escritor dijo aquello de “la literatura es la profesión más solitaria que existe” (un guardia de seguridad nocturno de unos almacenes podría matarnos por este tipo de comentarios). Y básicamente lo es, no por un motivo enrevesado o metafóricamente como todo lo que solemos decir, sino en el sentido de que no hay nadie que nos mande y nos aliente. Bendecidos aquellos escritores que encontraron parejas que no paraban de animarlos, a esas parejas quiero dedicar lo siguiente:
Parejas, hermanos o amigos de escritores, personas que habéis estado soportándolos en sus neuras de niños chicos, que habéis leído cada uno de sus folios o tweets aun siendo la mayoría auténtica basura. Que habéis leído borradores peores que el guion de Blade Trinity,  que habéis puesto una mano en la espalda y pronunciado aquella frase de: “No renuncies, estoy deseando leer el siguiente”. Personas que cuando leéis una historia corta o larga, vais directos a su autor a comentar cualquier detalle que os ha parecido interesante, para bien o para mal, que estáis siempre dispuestos a dar vuestra crítica objetiva. Personas así…
Gracias.
Porque vosotros sois las verdaderas musas, porque sois la gasolina que nuestra torturada mente necesita, porque sin vosotros… los escritores, no tendríamos un sitio donde existir.
Escritores, presentes y futuros, jamás dejéis que alguien así escape de vuestro lado. Cuidad esa persona como el mayor tesoro que tengáis. Ah, y digo lo contrario, el día que alguien os diga “déjate de tonterías y busca un trabajo de verdad” a esa persona pegarle un tiro, aunque creo que es ilegal… mejor pasad de esa persona, jamás renuncies a tus sueños o pasaras toda la vida con el alma llorando.

Pues lo dicho, podemos buscar muchas excusas a por qué no escribimos, y hay cierta culpa en nuestra naturaleza, pero bien merece un esfuerzo por aquellas personas.


martes, 14 de junio de 2016

II Semana de la Musa - Canto a Licotheya - Parte 2

Segundo día de la semana. Ahora llegamos a la segunda parte de este canto que está resultando complicado de hacer pero que voy quedando satisfecho con el resultado. Esta segunda parte se centra en como se forjan las relaciones entre poeta y musa, pero desde la visión de Lictea más que del poeta. En como asume su nuevo papel y la encrucijada que ello conlleva.

Nota: Si alguien no sabe de dioses o términos de la mitología griega... pues para eso está Wikipedia (como remedio rápido) pero recomiendo a todo el mundo echar un vistazo a ese fascinante mundo.



CANTO A LICOTHEYA




Y así dijo el poeta, y la loba, complacida
se acercó a su cobijo diciéndole:
<< Bellas son tus palabras,
pero mi oído aún está insatisfecho,
cuéntame más historias mientras dura esta noche >>.
Y así mismo, ambos se conocieron,
contándose historias y quedando,
pues ambos estaban condenados a la oscuridad,
dormidos el uno con el otro
en cuanto el castigador sol asomara.
Diez días y diez noches pasaron de igual manera,
pues Lictea, la de ojos escarlata,
liberada de tareas divinas permanecía,
y no se planteaba por qué la presencia
del poeta la reconfortaba de tal manera,
que su pasado se le hacía lejano
como si de una fugaz estrella se tratara.
Aquel día viose al poeta de pluma en mano,
y la loba curiosa preguntó, pues,
ya era sabido y repetido,
que el poeta aquejaba de falta de creatividad.
<< Siempre confié mi pluma a las nueve ninfas,
no he venerado otras divinidades
a excepción de Posidón, soberano de mares
y que la tierra hace temblar, o Atenea,
la que porta la égida y acuña la sabiduría.
pero eran las nueve las que me dieron
y fueron las nueve las que me quitaron.
¡Pero es grandiosa mi olvidada Artemís!
Pues a mí me ha traído este presente
que es tu compañía.
Si las musas inspiran bajo las faldas
brillantes de Apolo de dorados rizos,
tú, mi divina Licotheya,
eres la décima musa,
la única capaz de inspirar a un poeta
en el suave manto de la oscuridad >>.
Y quedose entonces Lictea, la de plateado pelaje,
prendada de las palabras del poeta,
y en un gesto impulsivo maldijo su dolor,
pues servir a Artemís implicaba
la castidad como promesa.
Y maldijo dos y tres veces,
con la esperanza de que la vengativa
diosa de arco implacable,
no estuviera observando.
Pero no fue la implacable Artemís,
ni la justa Atenea, ni Zeus el que nubes reune,
aquellos que escucharon la súplica
de su afligido pecho,
fue la misteriosa Hécate,
en forma de perro negro de tres cabezas,
una de perra, una de león y otra de serpiente,
la que se le apareció diciéndole:
<< No temas, pues es mi señora,
Perséfone, a la que sirvo ahora,
la que ha conmovido tu historia.
vengo a concederte tu deseo,
si, asimismo, eres capaz de soportar el precio.
Una pregunta te concedo, loba divina,
antes de darme una respuesta >>.
Y Lictea, la loba que amaba a un hombre,
pensó cuidadosamente la pregunta,
pues de ella dependía, en última instancia,
la respuesta que daría:
<< Así sea entonces, Hécate, reina de fantasmas,
¿estoy siendo observada por los dioses? >>
Y respondió entonces la diosa extranjera,
con la danzante cabeza de serpiente:
<< Puedes estar tranquila, pues aparte de la que sirvo,
ningún dios olímpico observa,
o te ha observado en tu libertad >>.
Y pudo más la pasión que la razón,
y así Lictea aceptó las palabras
de la diosa oscura, madre de Escila,
guardiana de la brujería.
Una noche en forma humana le concedió,
una noche donde podría amar
al poeta que noche tras noche
embelesaba su delicado oído.
Transfórmese entonces en bella mujer,
de larga cabellera rizada y piel plateada,
y de ojos rojos como dos rubís,
que prendaron al poeta al instante.
Y con más pasión que razón,
yacieron durante aquella noche,
olvidando por completo,
que no existía un mañana para ellos.
Y el poeta, embriagado por completo dijo:
<< No hay musa ni diosa,
ni Calíope ni Afrodita,
que puedan superarte en este momento,
ni como amante ni como musa >>.
Y aquellas palabras fueron fuertes y ligeras,
tan fuertes que llegaron al pecho de Lictea,
y al corazón de Gea que, conmovida,
llenó de vida la naturaleza que los rodeaba,
y llegaron al joven Libis, viento del suroeste,
que, conmovido, impulsó las bellas palabras
con el batir de sus alas, más allá
de donde en un principio debían llegar.
Y fue al oído de la musa Erato,
que tocaba su cítara para deleite
de mirtos y del amoroso Eros,
a la que llegaron, en claro desfortunio,

las palabras del poeta.

lunes, 13 de junio de 2016

II Semana de la musa - Canto a Licotheya - Parte 1

Empezamos esta segunda Semana de la Musa, con este canto griego. La primera parte está compuesta por: presentación, resignación y encuentro. Escrito a mi humilde estilo de canto griego. Espero les guste.



CANTO A LICOTHEYA




A los pies del monte Helicón, en busca de la fuente de Aganipe,
 se perdía entre tortuosos pensamientos el poeta Ciryl.
 Repudiado por la pasional Erato
 y desprovisto de la capacidad de crear mientras el sol brillara,
 se perdía entre tortuosos pensamientos
 en busca del perdón de las Mnemónides.
Lictea, la loba divina, moradora de los campos protegidos por los dioses,
 era compañera de asaetadora  Artemís,
 cuando ella, en su carro de oro y estrellas,
 recogía la luna llena para dejarnos la oscura nueva.
 Así descansaba Selene, la que escucha los llantos,
 por cada constelación que la adoraba.
Y así, mientras Selene dormía,
Lictea era libre de sus tareas para con la diosa de certeras flechas.
El poeta Ciryl, de corazón muerto y de pie izquierdo orgulloso,
 aprendía la paz de la resignación al tiempo que vislumbraba el final.
<< ¿Tanto os he ofendido? ¿Tanto odiáis mis manos que
 ahora no pueden crear nada que contenga la belleza de Febo Apolo?>>.
 Y llamó a la elocuente Calíope, a la sabia Clío,
 a la pasional Erato, a la alegre Euterpe,
 a la cruel Melpómene, a la solemne Polimnia,
 a la divertida Talía, a la embaucadora Terpsícore y la calculadora Urania.
 Pero ninguna acudió a las palabras del poeta condenado a la oscuridad.
Pero fue voluntad de las Moiras que Lictea, la loba divina,
 la que se encontrara con el poeta en la espesura del monte Helicón.
Y ella mostró sus ojos de color sangre escarlata que brillaban como dos rubís,
 y danzó a paso lento tensando su pelaje gris como la plata,
 y se fijó en aquel mortal que impasible y curioso,
 la miraba fijamente sin miedo a ser devorado.
<< He aquí mi muerte entonces,
 de La Melodiosa enviada para escribir mi tragedia
 en forma de una hermosa loba de ojos carmesí.
 ¡Ea, pues envíame a recibir el castigo eterno del implacable Hades!
 Pues seguramente no tendrá piedad alguna cuando
 con mis cantos intente seducir a la bella Perséfone,
 diosa de la oscuridad donde estoy condenado>>.
<< ¿Por qué querría yo darle su final a un mortal
 si de hambre o ira aún no padezco? >>.
<< Mi querida Licotheya, porque es así como me lo ha mostrado Aisa,
 divinidad de lo inevitable.
¡Y bien sabe Zeus padre! Que ahora me siento afortunado,
 pues eres una criatura más hermosa

 que lo mostrado en mis borrosas visiones >>.






martes, 9 de abril de 2013

Versos de terciopelo - Fragmento 2


Dos días pasaron hasta que Morfeo me tumbó de una sonora paliza, fue al despertar cuando mis ideas, ya más claras, tomaron un rumbo distinto desapareciendo cualquier iniciativa a querer terminar con mi vida en aquel momento, una última aventura, una ultima misión que la vida me daba en su inmensa generosidad cruel. Decidí salir a buscarla cada noche, en el mismo bar, con el mismo barman, y con otro vodka-limón.

Cuatro noches de autentica desesperación tuve que soportar, cuatro noches hasta que ella apareciera de nuevo por aquella puerta con su sonrisa asesina de ilusos.

- Vaya, si es el señor vodka-limón - dijo con desparpajo volviendo a sentarse a mi lado como la primera vez.

Pero me recordaba, y lo hacía alegremente, no estaba tan acabado como mi mente me hacía creer. Aquello fue una fuente de infantil esperanza hacia mis más degenerados deseos sobre aquella ninfa salvaje que me había robado la vida en una hora.

La conversación fue agradable como la primera vez, incluso más, dejando un gusto dulce en los labios por cada palabra pronunciada, y aun así, volví a huir a la hora de charla. Aquel era mi límite de aguantar a mi "yo animal", pero por suerte conseguí para mis oscuros planes una pequeña promesa de volvernos a ver en aquella barra que empezaba a convertirse en un santuario de culto a la diosa Afrodita.

Y cumplió su promesa, y yo la cumplí. Cada varios días su perfume con ligeros toques de frutas del bosque inundaba aquel bar como un hechizo ponzoñoso que te hacía suspirar. Cada día que apareció una hora exacta de extremo placer verbal. Cada día que no estaba la tortura de la espera se antojaba insoportable para cualquier mortal. Tan solo mi deseo de verla me mantenía con vida, tan solo yo era capaz de soportar dicha condena, ¡y maldita sea, con la cabeza alta caminaba a los infiernos por tal musa caída del cielo!

Los avances de nuestra plática embrujada tardaron en aparecer, pero el descubrimiento más atroz fue aquel día que creyéndome un valiente caballero de afilada espada, decidí quedarme más de una hora.

- Lo siento mi querido señor vodka-limón, pero hoy debo ser yo quien huya de nuestro encuentro.

Ella lo sabía, sabía de mi cobardía y aun así acudía fielmente a nuestro encuentro. Aquel demonio de truculenta figura me había desnudado ya el alma y yo, crédulo de mí, no hice nada por remediarlo. Es más, agrave la herida.

- Me deja sorprendido mi querida dama, ¿qué es lo que le reclama con tanta celeridad? - pregunté a sabiendas de que algo en mi interior me advertía de no hacerlo.

- Ocho años de relación mi querido escritor, ocho años de los que no puedo escapar.

Y con esa espada clavada en mi corazón se marchó.

¿Como podía ser tan estúpido? era algo evidente. Ningún ser tan perfecto pasaría desapercibido en este bárbaro mundo de simples mortales. Alguien, quizás un ser superior, o un mentiroso mas hábil que yo, ya había visto lo mismo que mis cansados ojos.

Mi querida musa, mi fantasía, mi obsesión y locura, ya era de otro desde el momento que la conocí, y mientras borracho soy víctima de continuas masturbaciones e inspiraciones literarias fruto de su imagen, ella está en los terribles brazos de otro.

Desaparecí una semana, escribiendo y destruyendo relatos sobre mi lamento y tormento. No quise salir o beber, tan solo sumergirme en el tremendo dolor de perder algo que nunca he tenido, en el dolor del deseo más imparable jamás realizado.

Otra vez, después de días sin dormir por la herida, fue Morfeo quien sabio en su juicio me golpeó de manera contundente, haciendo que mi mente despertara con renovados pensamientos y delirantes revelaciones.

Por primera vez medité cada paso del asunto, ordené la información y analice cada movimiento de su cuerpo, por primera vez esto último sin un fin sexual. Eran ocho años de relación, pero su sonrisa y el que viniera cada ciertos días significaba que algo debería aportarle que nadie más le daba. Aquello era un punto donde comenzar.

¿Pero quién era yo, de que armas disponía para la lucha? empobrecido y rebosante de locura, que podría ofrecer a semejante ser perfecto. Cuando quise creer ser un caballero para derrotar al malvado ogro que aprisiona a mi doncella, me miro en el espejo donde desaparecen mi caballo, mi espada y mi armadura, convirtiéndome en un vagabundo juglar de mayas ridículas y estropeada bandurria.

¡No! debía existir otra forma de hacerla mía, si no podía darle la felicidad eterna debía crear la manera de darle la felicidad del momento que queda en la eternidad. Aquel era mi objetivo para ella, y mi obsesión para conmigo.

Volví a la barra del santuario de Afrodita con ropas renovadas.

lunes, 8 de abril de 2013

Versos de terciopelo - Fragmento 1


VERSOS DE TERCIOPELO


Escribo desde un punto muerto, en el vacío que existe cuando el pasado empieza a desaparecer y el futuro se esconde de mi desesperada mirada. Estoy en el limbo real que se forma cuando dejas de ser joven y aún no eres lo suficientemente viejo para dejar de andar, escribo desde ese punto donde los artistas decidimos suicidarnos.

Fui abandonado por Erato hace años, dejando atrás la gloria de días mejores y camas cálidas. Días en los que fui, iluso de mí, sepultado en elogios y palmaditas en la espalda, estas alabanzas que me llevaron por engañosos caminos con una venda en los ojos y sin que mis pies tocaran el suelo. Pues cuando todo te va bien y el dinero cae de tus bolsillos, son muchos los que te llevan en volandas sin que te des cuenta de que ya eres incapaz de dirigir tus pasos por ti mismo. Y efectivamente, al precipicio me lanzaron olvidándose de mí, pues hasta yo mismo olvidé quien era.

En esta incertidumbre, arrastraba mis pies cada noche para ahogarme en bares donde aun me refugiaban sonrisas hermosas, falsas pero hermosas. Intentaba engañar a la gente diciendo que buscaba una respuesta, pero sabía que solo intentaba acelerar el proceso de destrucción, ¡no sería misericordiosa La Parca de ahorrarme el esfuerzo!

 Me lamentaba como un niño, iba donde siempre a beber como siempre, a esperar lo que nunca sucedía.

Hasta que una mala noche, sucedió algo totalmente distinto donde comenzar mi historia.

De mala gana y con mi sofisticado cansinismo, le daba la noche a mi buen amigo barman. Todo transcurría según lo planeado, y en el periodo de tiempo de unas tres copas más, ya sería amablemente invitado a volver a mi casa si aun recordaba donde vivía. ¡Pero no! aquella señorita tenía que entrar y fastidiar mi patético ritual, tenía que sentarse a mi lado y envolverme con su embrujado perfume con ligeros toques a frutas del bosque, ¡maldita hechicera que hiciste que levantara la mirada!

De sus piernas perfectas era destacado su juvenil andar, casi similar a la niña que danza por las praderas suizas, sus pechos ni grandes ni pequeños asomaban por una pequeña abertura como dos niños curiosos en busca de juegos, su cuello limpio y terso parecía una autopista alemana que invitaba a pisar el acelerador, sus labios pequeños, de hermosa línea y de sugerente rojo intenso no paraban de torturar mi mente mientras sonreían, sus ojos... ¡oh sus ojos! aquellos ojos egipcios en el comienzo mezclados con un azul balcánico en el final, eran dignos de cualquier diosa vengativa, su pelo corto y negro, una armonía que conjuntaba diabólicamente con el resto. Pero era su piel, su piel rezumaba de un aura nueva y desconocida, como un terciopelo sin trabajar, la perfección en el sentido más puro de la palabra.

- ¿Que tomas? - me preguntó, risueña, la vil hechicera seguramente ante mi lerda expresión con la boca a medio abrir.

Lo que para ella fueron segundos o quizás minutos, para mí eran años de espera a esa pregunta, a ese momento digno de Odiseo, pero contesté. Refinando todo lo que pude mi habla y conteniendo con férreas cadenas mis instintos de poseerla en aquella barra de bar, le hablé del vodka-limón que mi mano derecha sujetaba y de como a lo largo de los años golfos de cualquier pescador aprendes que es de las bebidas que menos sabor dejan al besar y de lo desagradable que es el whisky, por ejemplo, en aquellas facetas conyugales.

Con una risa de picara se pidió lo mismo, aquella provocación directa se clavó en mí como una espada ejecutora en la plaza medieval, además de acompañarla con una mirada sucubina que atravesó todos y cada uno de mis puntos débiles.
Pero no, uno es perro viejo, y aunque loco y borracho, la experiencia sigue siendo la mejor de las consejeras. Por lo que mantuve la compostura y una fluida conversación de una hora antes de anunciarle mi marcha por unos quehaceres a la mañana siguiente. Mentí.

Lo cierto es que huí, huí como un cobarde por no arder en las llamas de su cuerpo, porque algo dentro de mí me advertía que de seguir sentado en aquel taburete sería devorado sin ningún tipo de contemplación. Tuve miedo y corrí hasta mi casa faltándome el aliento y con el alcohol ingerido en plena fiesta estomacal.

Cuando abrí la puerta del pequeño hogar, tenía ganas de vomitar, de masturbarme, de morir fulminado, no podía dormir ni aquella noche ni posiblemente la siguiente, y lo más extraño que surcó mi mente en aquel momento: tenía ganas de escribir.

Escribí, escribí como hacía meses que no lo hacía, con la pasión que había perdido en el transcurso de los años, toda letra que manchaba el papel iba sobre ella. ¿Pero como negarme? como siendo un condenado al que solo le llena esta miseria podría negarme a la inspiración.

Todo lo que escribí lo quemé en una papelera que jamás volverá  a ser utilizada, en los versos la veía y volví a huir.

(continuará...)

domingo, 7 de abril de 2013

Semana de la musa. Día 2


Un poco de poesía callejera, de la que no entiende de reglas, de la que sale directamente del alma.




Musa en las sombras

Amantes en el tiempo, amantes buscando sombras,
que echar de menos un pequeño instante
es una locura,
que mi cuerpo quedo frio al notar tu ausencia,
aunque tu presencia
fue un simple susurro,
susurro cálido y eterno,
en el tiempo,
en las sombras.

Musa y error

Alguien debería decirle al día,
que por la noche eres mía.
Que si mi existencia cien vidas tendría,
cien veces el error cometería,
y cien veces repetiría,
en cada una de mis cien vidas.
Pues jamás me arrepentiría,
de gritarle al día,
que por la noche eres mía.

Musa y ausencia

Cuando miro a mi alrededor,
solo veo una sombra donde antes estabas tú,
y ya no sé si es la falta de amor,
o el exceso de luz.
Tengo un problema cuando tú no estás,
y es que probablemente este solo,
luego se me olvida y te vuelvo a buscar,
pero ahora que caigo,
puede que ya este loco.

sábado, 6 de abril de 2013

La Semana de la musa.

Pensé que podría escribir un poema, o publicar un fragmento de la última historia en la que estoy trabajando. Pero ya que tengo siete días para ello, empezaré simplemente por hablar, por hacer ese simple gesto que a todos parece costar mas de lo que debería, abrir este pequeño y negro corazón un poco para quien guste.

La inspiración es una perra mujer, de andares sinuosos y labios rojos que conoces en un bar, y después de una noche de sexo frenético te deja tirado con la resaca y sin ningún número de teléfono al que llamar.
Es en esa noria emocional donde vive continuamente el escritor vago como es un servidor.

Por eso, lo que todo vago que se precie busca, es esa musa, Eliope o Erato, cualquiera de todas ellas, cualquiera aunque sea nueva. LLegas a este punto álgido de la vida que dicen que son los treinta, pensando que alguna vez has tenido a una de esas musas, que puede que en uno de esos días borrosos fuera una, enmascarada y oculta a tus ojos, la que estaba entre tus brazos. Pero no lo sabes, nunca estas seguro de si fue una musa o solo una inspiración.

Tengo mi opinión sobre las musas, una opinión que al tiempo voy formando a través de experiencia y choques violentos contra muros. Existen, existe esa comunión entre un hombre y su musa, existe esa conexión entre dos almas que es imposible de comprender para los ojos foráneos, existe una atracción nueva, totalmente distinta que todo lo conocido y por conocer entre dos personas.
Una musa es como si la inspiración alquilara una habitación en tu apartamento, a una musa se le declara amor poético en la eternidad, olvídense de el amor que nos venden que nos inculcan, del que nadie parece estar nunca conforme y siempre parece que algo falla. El amor poético entre un escritor y su musa es eterno, grabado para los tiempos en tinta y pasión, sin fallos, porque es un amor que vive en otra realidad muy distinta, donde no hay reglas ni prohibiciones, es algo puro y hermoso.

Toda la vida buscaré esa musa, la buscaré para crear como nadie ha creado, la buscaré para comprobar si al unir el mundo de la fantasía y el real, se crea algo de verdad.

Una semana dedicada a escribir sobre las musas que todos los escritores deberíamos buscar, mientras intentamos no suicidarnos en alcohol por el camino, pues cuando nos abandona la pluma y el papel solo nos queda morir.